Llegó el momento, entre las brumas de un alba fresca al inicio de la primavera, nuestra historia comienza a despegar; acovachada en una embarcación que navega, cargada de tesoros, desde tierras coloreadas por el sol y las lluvias del trópico, ricas en suaves e intensos perfumes, sabores fuertes y nunca predecibles de islas lejanas, ahora quizás un
poco menos.
Una historia formada por muchas, inimaginables historias, las que solo puedes encontrar cuando dejas la carretera y tomas el sendero, paras el todo terreno, su ruido inútil, y vuelves a percibir la tierra, la Madre Tierra que fluye bajo tus pasos. Historias que te hacen sentir la vida más cerca, esas que nunca sabes hasta dónde creerlas, pero quieres
escucharlas, porque te gusta pensar que puedan ser verdad. Y lo son, a veces lo son, como las personas que las encarnan.
Así conocemos a Carlos Guevara, un simpático venezolano que ha elegido, como tantos de su lejana tierra, vivir en Tenerife, en el maravilloso Sauzal. Hace unos años estaba desempleado; sucede. Pero es el punto de inflexión de su vida. Es un ingeniero agrónomo
creativo e inquieto, y vive en la isla que solo ella cubre las necesidades bananeras de toda España, reconocida desde hace siglos por sus vinos. La chispa brilla inevitablemente, en
la noche más oscura, y es un cortocircuito de genio y visión. Producirá vino, junto con su amigo enólogo Cristian Ramos, pero la de ellos será una historia diferente.
Fundan la Bodega Platé y esta vez el néctar de los dioses tendrá el color
amarillo pajizo de los “blancos” nobles, pero el sabor del “plátano”, el
plátano canario de cuyo mosto, sin ningún añadido, en el proceso de transformación del azúcar en alcohol, tomará cuerpo, forma y sustancia, un producto único y extraordinario. Alrededor, para enriquecer la oferta: vino de maracuyá, mora, vinagres y cremas de vinagre de plátano y mango y un postre muy especial, de plátano, por supuesto. La vocación de una isla que se convierte en canasta de manjares inobjetables, embajadores de un viaje que ya es misión, sobre un océano calmo, ahora iluminado por la luz de un nuevo día.
Delicias únicas, como las que propone Domingo Manuel Ramos Sierra, un Gomero de pura sangre que recoge el legado y el talento de su madre, doña Aniceta. Una persona extraordinaria que tuvimos el privilegio de conocer y que sigue siendo el alma, el corazón del negocio familiar. Domingo hubiera desempeñado brillantemente la profesión de economista, tenía los títulos, las capacidades, pero no era esa su vocación, la vida lo llamaba en otro lado y hoy, empresario de segunda generación, audaz e innovador, dirige una empresa, El Masapé de La Gomera, que sin duda se posiciona, en el sector de la industria alimentaria, entre las mejores excelencias del Archipiélago. Sus mermeladas de frutas exóticas, los mojos (las salsas típicas de esta región del mundo), la miel de palma (un producto único con un sabor incomparable, al que llamaremos “savia” por respeto a la normativa) son ahora un “must” en la cocina gourmet de las Islas Canarias.
Lo serán también y muy pronto, en otro lugar. Cambiamos de isla y del gusto pasamos al bienestar, que se filtra por las maravillosas propiedades del aloe vera, que las arenas volcánicas de Lanzarote y Fuerteventura potencian, haciendo de este cultivo una vocación extraordinaria del territorio. Estamos en El Hierro y aquí conocemos a Ricardo Javier Lima, un emprendedor independiente que hace de la producción de cosméticos a base de aloe su elección de vida, después de la experiencia dramática y a la vez de vuelta a la vida, de la enfermedad de un familiar, sobrevivido por más de diez años al límite que la ciencia médica le había impuesto, gracias al uso de esta planta, un concentrado de propiedades de las que ahora sabemos casi todo. Casi, porque Ricardo fue más allá y su curiosidad, su gusto por experimentar con lo alternativo lo llevó a fusionar, en la producción de su empresa HierroAloe, las virtudes del oro verde con la “magia” de la energía piramidal. Una singularidad absoluta que confiere a sus cremas, lociones, jabones, champús, pomadas, 100% naturales y con altísimas cantidades de aloe, certificadas por el ICCA (Instituto Canario de Calidad Agroalimentaria), extraordinarias propiedades “cósmicas” (de verdad se podría decir… “el cosmos que se hace cosmética”), en una visión holística que, además de seducir, sorprende por los resultados excepcionales. Historias únicas y verdaderas que seguiremos contando, con gusto. Gusto Canario.
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